Ya está

sábado, diciembre 22, 2007

Ya está. Me aburrí. En este año he abierto y cerrado más blogs que algo que abre y cierra muchos blogs, y éste me aburrió. Odio el template. Odio no saber el suficiente CSS (ni que me den las bolas para aprenderlo) como para hacerlo lindo. No me gustan más mis chistes. Ya no le encuentro gracia. Y ya todo el mundo tiene cómo saber quien soy y qué hago y dónde vivo y hasta a qué liceo fui, así que me embola. Hay cosas que ya no puedo decir. Hay cosas que puedo pero no quiero. Y llegó un momento en que mis propias opiniones me chupan un huevo.

Supongo que era cuestión de tiempo, especialmente si consideramos que Catatonias tiene sólo 45 entradas. Uno de mis otros blogs tiene 212. ¡212! Muy fuerte. Soy una colgada, sí, pero la moraleja es que no me cuelgo más con Catatonias. Es mi blog hueco. Y me aburrió.

Creo que en cuanto tenga un nuevo template se me va a pasar. No quiero un blog feo. Así que, por ahora, chau hasta que tenga un nuevo template (o tenga tiempo para aprender algo de CSS). Nos vemos por ahí.

Feliz Navidad y Año Nuevo. No se depriman mucho cuando reflexionen sobre el año que recién pasó. Y cualquier cosa, mándenme un mail y les hago de sicóloga o algo; me vendría bien algo que evite mi propias reflexiones sobre el 2007.

Más allá de los bizcochos y el mate amargo

jueves, diciembre 20, 2007

Leyendo Bestiara – un blog que me encanta y se los recomiendo a millón – encontré un post que habla sobre las diferencias entre las españolas y las argentinas.

Lo que es aún más interesante es que una argentina opina sobre las españolas y un español lo hace sobre las argentinas, dándonos una impresión sumamente personal pero que, al fin y al cabo, ilustra una linda imagen de cómo son ambas.


Carolina, quien escribe sobre las españolas, considera que sus costumbres y genes han sido lo suficientemente recesivos como para darle un lugar más amplio a aquellos pertenecientes a las italianas. Es así, entonces, que las diferencias entre argentinas y españolas son tan notorias.

Así, la mujer argentina:

  • Despilfarra el dinero.
  • Es coqueta, usa maquillaje todo el tiempo y vive depilada.
  • No tiene ningún inconveniente en someterse a alguna cirugía plástica.
  • Habla mucho y exagera.
  • Engatusa a los hombres mostrando el escote.
  • Es sexualmente recatada (piensen en orgías, experiencias homosexuales y demás), aunque puertas adentro la realidad pueda ser otra.
  • Es extremadamente emocional; el español hasta la llama histérica.
  • Siempre quiere ser el centro de atención. Es supersticiosa, nunca tiene la culpa, piensa que todo lo sabe y su vida gira en torno a lo social y la familia.
Y la mujer española:
  • Ahorra como la puta madre.
  • Es extremadamente feminista, hasta militante.
  • No se preocupa por cómo se ve: se deja crecer el pelo así nomás, no se depila y no usa soutién. Y sale así a la calle.
  • Se fascina con la realeza - aunque sean feos.
  • Separa belleza e inteligencia, como si esos dos atributos no pudieran coexistir en una persona.
  • "Las fantasías sexuales de las argentinas son las noches de sábado de una madrileña". Enough said.

Vayamos a lo importante. ¿Y las uruguayas? ¿Cómo somos? No sé. Tal vez mi ignorancia se base en lo poco que me identifiqué con las uruguayas durante tanto tiempo, quizás se encuentre fundada en que me suelo llevar mucho mejor con los hombres que con las mujeres o, inclusive, capaz que al ser una de ellas no veo una generalización que nos identifique. Bueno, no: tengo una pequeñísima idea, pero me interesa más saber qué piensan ustedes.

Es facilismo encontrar a mujeres con ascendencia española o italiana en Uruguay. Sin ir más lejos, a pesar de venir de una familia en que probablemente el 80% de los genes sean ingleses, el 20% restante es claramente italiano. Sin embargo, algo me dice que no somos iguales a las argentinas. ¿Qué características definen, entonces, a la mujer uruguaya? Se los dejo a ustedes. Vamos que me muero de la intriga.

Aclaración: sí, son generalizaciones. Sí, siempre hay excepciones. Sí, ya sé.

La Biblia

domingo, diciembre 16, 2007

Ya está. Me harté. Me voy a dejar de hacer la culta. Sí, tengo terrible gusto musical. Sí, me gusta leer a Camus y tengo el libro más grande del mundo de Ayn Rand esperando el momento en que me vaya de vacaciones. Sí, a veces miro Discovery Channel y hasta me como algún que otro noticiero. Es más, no siempre que compro Búsqueda es por la Galería. Sí, siempre fui excelente alumna. Sí, leo The Economist. Y sí, también leo Cosmopolitan.

Lo confieso. Lo que empezó como una cosa de vez en cuando se terminó convirtiendo en una posta cada vez por mes. Lo admito, me he caminado las 9 cuadras al quiosco más cercano a comprarla. Me he encontrado queriendo que termine el mes para poder leerme una nueva. He leído ediciones anteriores. Me han traído Cosmos internacionales como regalos del exterior. Me he comprado Cosmos en el exterior. Un sándwich de salmón y pepino, una botellita de Evian, un Snickers extra large y la Cosmo recargada. Todo lo nece
sario para creerme que era una reina y no alguien a la cual habían dejado plantada en un país a océanos de distancia. Qué grande el Tesco a una cuadra del hotel.

(Y un saludo a Sudhir, el hindú de la caja que siempre me miraba y decía 'You reelly reelly laik de Snicker bar, no?'.)

Todo esto viene a éste post que leí en otro blog sobre las revistas de mujeres. Como bien dice la entrada, Cosmopolitan siempre fue considerado ser la ‘b
iblia’ de ciertas mujeres. Es cierto. Es una biblia. Al igual que su contraparte cristiana, está llena de mentiras ('Los 6 gestos que te anticipan lo que él siente'), sexo ('Combo hot: probá los dos orgasmos más intensos y explosivos ¡juntos!'), más mentiras ('Este es tu año: 10 estrategias para un 2008 laboral imparable'), más sexo ('Conocé la ruta del sexo: dale vacaciones al colchón y renová el erotismo sin salir de tu casa') y banal diversión superficial ('Fiesta sexy: el look para que brilles en la city y en la playa'). Todo eso en sólo la edición de diciembre.

Cierto, es más directa y no tan alegórica. Y tiene más fotos. Yay.

Como ésta.

Basta con leerte la Cosmo un año entero para darte cuenta que ni la revista misma se toma en serio. Se contradice todo el tiempo, basa sus afirmaciones en generalizaciones que ni siquiera las mujeres comparten, expone ropa y conjuntos de solamente un par de casas (se ve que es por contrato) y te sugiere productos de belleza que, bueno, no son buenos (por ejemplo, la crema hidratante-bronceadora de Dove. Al menos que te guste poseer un sexy tono naranja zanahoria en tu piel, claro).

Y los consejos referidos al sexo son... bueno, además de que sospecho que la mitad son anatómicamente imposibles, tienen una extraña obsesión con meterle un dedo en el culo a los hombres. Así, literalmente. No miento. Seré media croqueta, pero no creo que ese sea el mejor consejo que le puedas dar a una mina. (Ojo que puedo estar súper equivocada, pero... ta, no sé, no gracias.)

Creo que esa es mi defensa: es fascinante. Además, es una especie de girly overload para alguien que no usa maquillaje, cree que 'hacerse las m
anos' es cortarse las uñas bien cortitas, odia todo el jueguito mental que supone el siquiera salir con alguien y, en una época, sentía orgullo de sus callos producidos por tocar – muy mal – la guitarra.

El evangelio según Eva

El marketing no es simplemente una estrategia. El marketing es contar un cuento. Con cada detalle, cada minúsculo accesorio al mensaje central, uno tiene que estar contando un cuento. El cuento que mes a mes leemos en Cosmopolitan tiene una protagonista fuerte, de la ciudad, que sale sobrevestida hasta al almacén y se toma su hora de arreglo frente al espejo muy en serio. Es una mina exitosa. Es una tipa jodida, decidida, cuya única debilidad es el sexo opuesto. Su principal miedo es que éste la descarte o, peor, que resulte gay. Es una mezcla de Erin Brokovich y Carrie de Sex and the City.

Pero todos esos son accesorios al mensaje principal: la mujer que ilustra Cosmopolitan es una mujer segura de sí misma. Y eso, en el mundo real, no existe. Leer Cosmopolitan es como ir al zoológico y ver a un mamut, ir a un boliche porque va a estar Florencia de la V o quedarse mirando al entourage de Dani Umpi arriba de un escenario. Es perderse en un freak show del cual, secretamente, queremos formar parte. Porque, al fin y al cabo, ¿quién quiere ser normal?

He vuelto

viernes, diciembre 07, 2007

Terminé la tesis. Bueno, no: me falta revisar las conclusiones y escribir la introducción y terminar el glosario y cambiarle el formato para que quede linda, pero como esto no lo voy a publicar hasta después, me proyecto hacia el futuro y digo que la terminé.


Cosas que descubrí durante el periodo de tiempo en que estuve semi-ausente:
  • Finalmente me fijé a ver cómo se traduce el verbo 'procrastinate' al español. Siempre tuve la duda (ya que se trata de una práctica en la que comúnmente caigo) pero nunca me dieron las pelotas para fijarme. Aparentemente, no es más que 'demorar, postergar'. No me gusta. Propongo agregar el verbo 'procrastinar' al idioma español. Wait. Word me dice que eso sí es una palabra. ¡Sí! ¡La RAE me dice que sí! Moraleja: Wordreference es puto.
  • Freerice.com. Entren, pongan a prueba su vocabulario en inglés y donen arroz a quienes lo necesitan. Básicamente, por cada palabra correcta estás donando 10 granos de arroz. Por cada una que le errás, sos un imperialista de mierda. Por cada vez que entrás, solamente le embocás a una y te vas, sos un sádico.
Próximamente, los sitios 'free cheese', 'free beans' y
'free salt' para condimentarlo.
  • Odio a los snapshots, esas cositas que te aparecen en algunos sitios cuando ponés el mouse sobre un link y que te muestran una foto de cómo es el sitio al cual se enlaza mediante el vínculo. Además de que arruina la sorpresa, saltan de la nada e invaden mi espacio pantallal. Todo mal.
  • Pasarte más de una semana tipeando sin parar te va a dar calambres extraños en los dedos, las manos y las muñecas.
Finalmente, le prometí a Walter Hego que iba a hacer uno de esos memes que tanto odio (bah, odio ponerlos acá). Pero no tengo ganas de pensar más allá de lo bien que la voy a pasar este fin de semana, así que acá va:

Básicamente, m
e mandó a 'publicar, en el blog de uno, fotos del lugar desde donde uno pergeña su sitio en red'.

Bueno, acá están (perdonden la calidad de las fotos, mi celular se las pisa a vece
s):

Franklin, mi notebook plancha

.Evidencia de su planchismo
(pantalla rota, mucha
cinta aisladora y la falta de cuatro teclas).

Fabiola - mi guitarra rota -,
el lugar donde guardo algunos libros y música vieja,

y el ropero, lugar donde guardo m
i obsesión de mayor valor.

Los mayores protagonistas de mi cuarto:
buddhas, chanchos y pedazos de tesis por el piso.


¡Charaaaaaaan!
(Se llama Concepción. Le pueden decir Conchita).

¡Muchas gracias a Lu por la imagen del principio del post! Y gracias a Juan por contribuír hacia el nombre de mi tesis (el posta, no el título).

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