Mis mañanitas

viernes, mayo 16, 2008

Entre la nenita y el flaco con novia de Maldonado, los hinchas de fútbol muertos a patadas y la ubicuidad de Nacho Folle desde los avisos de RedPagos o PagoFácil o Creditel o Súper Préstamos, los uruguayos andamos medios obsesionados con los asesinatos y la muerte. Quizás el encontrar el tema por todos lados sea solamente una impresión mía (o la coincidencia más grande del planeta), pero mire donde mire, ahí está.

Los diarios lo tienen como ficha para sus titulares. El clima ya no ocupa el primer puesto en el ranking de temas a tratar en ascensores o mientras te fumás un pucho en la puerta de la oficina. Los familiares, quienes ya obtuvieron práctica con el caso de la Súper Contadora, se hacen los Poirot a la hora de la cena ("mirá, te apuesto guita que ella contrató a las personas que la quisieron matar como forma magnánima de llamar la atención" – bendita seas, mamá). Y casi todo post de blog que leo tiene el tema innocuamente flotándole por encima.

Algunos son más obvios que otros, claro. Medio que de yapa y medio que no, Agustín menciona en su último post un tema que siempre fascinó a la humanidad entera: ¿por qué matan los asesinos? Conocemos bien las historias de quienes matan por robar. Hay otros que lo hacen por despecho y muchísimos más por aburrimiento. Los actos terroristas matan a las personas en pos de ideales (algunos más cluecos que otros) y existen los que matan para ocultar secretos.

Pero lo que más me colgó del post de Agustín no fue el intentar descifrar qué sucede dentro de la mente de un asesino, sino su muy razonable hipótesis en torno al morbo que se genera alrededor de la figura de quien mata:


"Viendo cómo la muerte, y sobre todo la muerte no ficticia vende tanto, a uno le surge la idea de que la cantidad de películas inspiradas en asesinos seriales, el entusiasmo de cierta gente por saber todos los métodos de los torturadores, el interés de seguirle la pista a un asesino o a un caso no resuelto, no se debe a la tranquilizadora idea de informarse para que no ocurra de nuevo, sino la incómoda noción de colocarse, por lo menos inconscientemente, no del lado de la víctima, sino del perpetuador. Tal como la obsesión por las infidelidades, los asesinatos en pantalla, en hoja, o en música ocultan el deseo de sacar a pasear -con correa- al frío asesino que llevamos dentro, por más que seamos veganos de GreenPeace, y tengamos en nuestro haber la discografía completa de Jorge Drexler".


La cuestión no es, entonces, qué llevó a un individuo a matar a cuatro personas a sangre fría en Colonia sino… ¿qué tiene que hacer click en uno para que, de repente, no nos importe nada y saquemos al asesino que llevamos dentro?

En El Extranjero de Camus, el sol y el calor llevaron a que Meursault le disparara a un árabe a quemarropa. En el caso de Brenda Ann Spencer, bastó con que no le gustaran los lunes. Yo sé que, en mi caso, si llego algún día a matar a alguien, va a ser consecuencia directa por mi odio a las mañanas.

Les digo más, va a ser un día de semana como cualquier otro. Me voy a despertar a las 7 y media de la mañana ante los gritos desesperados de mi hermano que llega tarde y tiene escrito y levantate plis. En vez de gritarle '¡ya voy!' por enésima vez, lo voy a mirar a los ojos y le voy a cerrar la puerta de mi cuarto en la cara. Pero no, ningún portazo. Cerrar.

Despacito, me voy a cambiar, mirando algún punto en el horizonte (probablemente el poster con chanchos sobre mi cama sirva). Con pasos lentos y pausados me voy a dirigir al baño. Ahí me voy a encontrar con mi hermana, y en vez de gruñirle para que comparta el espacio delante de la pileta, voy a esperar a que termine. Me voy a peinar y a lavar los dientes con una calma espeluznante.

Cuando ingrese al comedor y escuche aquella voz en el televisor, no voy a murmurar "qué gordo pedorro Martín Sarthou". No. Tampoco me va a molestar que mi hermana esté tomando Colet y menos me va a importar que alguien me quiera hablar. En vez de gruñir a lo neandertal, voy a quedarme en silencio. Cuando salga, no voy a putear al frio.

El camino al liceo va a suceder sin percances. No voy a ir por encima del límite de velocidad y no voy a chillarle a quien ose poner la 88.3 en la radio. Una vez que llegue a Avenida Italia y Córcega, me van a chupar un huevo las rubias en 4x4 que creen que la preferencia es cuestión de un ranking, donde las Hilux pasan primero y después los demás. Una vez que lleguemos, me voy a rehusar a entrar en modo de combate para ver quien pasa primero para dejar a los chicos. No. Tampoco voy a exasperarme ante la necesidad de esquivar bicicletas, motos y peatones vestidos de uniforme. Tranquilaza, voy a esperar mi turno.

Mis oídos serán sordos a las quejas emitidas por mis hermanos. "Dale, metele, llegamos tarde". Y yo no voy a decir nada. Los voy a dejar en la puerta y, luego de apagar las balizas, voy a emprender mi camino de vuelta a casa. Me voy a prender un cigarro. Voy a tener la paciencia de esperar en los semáforos eternos sin necesidad de tocar bocina.

Y ahí, una vez que se terminen las quejas, los gritos, las palabras, Martin Sarthou y el Colet, cuando finalmente la calefacción del auto entre en funcionamiento y hayan pasado el frio, la cumbia, los embotellamientos al pedo, las rubias cincuentonas teñidas, las Hilux, las guerrillas vehiculares y los semáforos, ahí, se me va a cruzar un liceal en bici. Pero esta vez no voy a aminorar la velocidad.

Esta vez voy a acelerar y si el mocoso se me escapa, me voy a subir con el auto a la plaza para atropellarlo. Y una vez que lo haya hecho, sé que Dios me va a mirar y me va a juzgar. Y después de mucho pensarlo, no va a tener más remedio que darme bonus points, como si la vida fuese en realidad un gran juego de GTA San Andreas.

Pelotudeces

jueves, mayo 08, 2008

La primera imagen es sobre el hombro de un individuo disparando una escopeta hacia un fondo gris. Acto seguido, plano general de una calle céntrica que capta a dos individuos vestidos de SWAT vigilando una camioneta blindada. La voz en off informa sobre el disparo accidental de uno de estos sujetos en la tarde del lunes.

"La contadora Fulana De Tal iba caminando por aquí, buscando un regalo para el día de la madre. Fue a eso de las *algo* horas que sintió una explosión en sus pies".

¡A su mamá! ¡Para el día de la madre! ¡Que es el domingo! ¡En serio! En menos de tres minutos pasamos por el testimonio inquietante de Fulana, la opinión experta de un pelado que se ve algo sabe de escopetas y preguntas retóricas sobre la formación de quienes las portan. Escuchamos qué piensan otros montevideanos al respecto: una mujer cuarentona, un tipo joven, una típica vieja y alguien con acento del interior… claro que siempre mechando imágenes de esos simpatiquísimos patovicas vestidos de negro que no entiendo como hacen para entrar en el VW Gol que usualmente stalkea a la camioneta blindada.

Y culmina con la repetición del disparo que abrió la nota.

Un final magistral, perfecto. No me acuerdo de cómo se llamaba la contadora ni qué calificaciones tenía el pelado, y menos que menos me acuerdo de la hora en que pasó todo esto o si efectivamente dijeron algo sobre la formación de quienes vigilan el transporte de valores.

Pero sí me acuerdo que la contadora era morocha y que estaba yendo a comprarle un regalo a su mamá cuando al gordo pelotudo se le escapó un tiro. ¡A su mamá! ¡Para el día de la madre! ¡Que es el domingo! ¡En serio!

Me acuerdo de sus heridas y lo insignificantes que parecían. Ahora sé que sale más plata y puede ser más peligroso sacarse pedacitos de plomo del cuerpo que dejarlos ahí y esperar que nada se complique. Gracias Canal 10, Wikipedia nunca pudo sacarme esa duda.


También sé que quien accidentalmente disparó tiene que haber, por alguna razón, cargado la escopeta. Así como que la periodista decidió ponerse un buzo verde fosforescente el día en que salió a hacer las notas. Qué genial el mágico mundo de la televisión. Ojalá más de los informes en los noticieros fueran tan entretenidos.

Y todo por el primer pelotudo medio SWAT que, mientras hacía su trabajo, dejó que se le escapara un tiro.


Lo único que faltó fue abrir con "Dicen que las armas las porta el diablo… pero en Uruguay, quienes lo hacen son los patovicas acosa-camiones blindados". O algo así.

(Igual, menos mal, porque todo el mundo sabe que no es el diablo quien porta las armas, sino que es caperucita roja. Posta.)

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Ya sé que siquiera mencionar a las malas traducciones en películas dobladas al español es más trillado que decirle lesbiana a Daisy, pero no puedo. No, es más fuerte que yo. Quizás sea porque es una de mis películas favoritas o tal vez para demostrar que de algo me puedo acordar (aunque sean diálogos pedorros de una película que vi más de veinte veces). Pero ta. No pueden.

Pregunta: si el diálogo en inglés dice: "It’s a fucking six-shooter!", ¿cómo lo traducirían ustedes?

a) "¡Esta pistola solamente tiene seis balas!"
b) "¡Es un maldito revolver de seis balas!"
c) "Rayos, ¡no estás siendo lo suficientemente duro!"

Respuesta según TNT: c

Pregunta: si el diálogo en inglés dice "What where you going to do? Laugh us to death? Huh, funny man?!", ¿cómo se traduciría al español?

a) "¿Qué pensabas hacer? ¿Hacernos morir de la risa? ¿Eh, hombre gracioso?"
b) "¿Qué pensabas hacer? ¿Matarnos de risa? ¿Eh, hombre gracioso?"
c) "Vas a morir".

Respuesta según TNT: c

Ad nauseaum.

Digo.

No sé.

Mierda, alguien que le pase la dirección de Wordreference a TNT, plis.

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