Cuentito navideño

martes, diciembre 23, 2008

Había una vez, en un lejano y pequeño país que al hemisferio norte no le podría chupar más un huevo, un cambio. Este cambio trabajaba como todos los demás, intercambiando dólares por pesos, reales por dólares, euros por pesos argentinos y soles peruanos por yenes. Pero, a diferencia de los cambios comunes y corrientes, éste cambio también hacía transacciones con plata, la misma que conseguirías tú, pequeño niño, si fundieras los cubiertos de la abuela.

La plata es un metal precioso. Precioso porque vale más que la lata y el zinc nomás. La verdad es, niño, que en ese pueblo nadie quería hacer transacciones con plata porque la plata no valía nada. Bueno, estamos exagerando: sí valía, pero no tanto como el oro, el metal precioso por excelencia.

Sin embargo, este cambio notó que nadie hacía nada con plata y decidió tomar la posta. Comenzó su pequeño labor y al cabo de unos años se convirtió en un referente para las transacciones con plata, en el sentido metalero-precioso de la palabra.

En el pueblo existían también un sinfín de villanos malos que buscaban robar a los cambios para comprarse droga. Como bien te lo ha dicho tu madre, niño, la droga es mala y sólo los malos toman droga. ¿Viste Maradona? Bueno, Maradona cuando tomaba droga era malo pero ahora es bueno. Y si no me creés preguntale a tu mamá.

En fin, estos villanos tenían la tendencia a robarle el dinero y la plata a los demás para comprarse una droga que se llamaba pasta base. La pasta base, querido, es una droga que te vuelve loco y te hace robar y te mata. Si algún día tú perdieras tu inocencia de niño y quisieras drogarte, nieto mío, yo te doy un porrito pero ni se te ocurra tomar pasta base. Si tomás pasta base el Pepe de la bolsa te va a encerrar y te va a pegar hasta que se te vaya la adicción, así que mejor pedile un porrito al abuelo y quedamos en esa, ¿dale?

Ta. No le digas a tu madre.

Bueno, siguiendo con el cuento, el cambio le tenía mucho miedo a los villanos del pueblo. ¿Por qué? Porque estos villanos pensaban que la plata valía mucho más de lo que realmente valía y, entonces, el cambio tenía miedo que se la robaran. El cambio usaba unos camiones de hierro súper poderosos para transportar la plata y quienes acompañaban al camionero tenían pistolas y metralletas y granadas y bombas brasileras, pero los villanos igual les podían robar.

Entonces, para evitar los robos, el cambio decidió que en vez de decir 'plata' cuando hablaban por teléfono, iban a llamar al metal precioso 'merca'. Así como tu madre te dice 'desgraciado' en vez de 'Federico' cuando se enoja. O cuando tu padre te dijo 'retardado' en vez de tu nombre cuando llegaste con 5 bajas. Igualito.

Acá es cuando la cosa se pone interesante, Federiquito. Merca, el nuevo nombre que le pusieron a la plata, no es un nombre inventado. No, no. Merca, corazón, es también como se le llama a otra droga, a la cocaína. La cocaína es mucho más concheta que la pasta base, pero igual es droga y también es mala. Mirá, sin ir más lejos, lo que Maradona usaba para drogarse cuando era villano era merca. Ahora toma Coca Light y es bueno. Vos nos tomes merca porque te hace malo. Pedile al abuelo un porrito y lo dejamos así. ¿Dale?

Ta. No se te ocurra decirle nada a tu madre. A tu padre podés si querés, ya que él de vez en cuando me pide un cañito y lo compartimos con nostalgia de tiempos pasados. Un cañito es un porrito, mi amor.

No me hagas más preguntas que quiero seguir con el cuento.

Bueno, te sigo contando. 'Merca' tampoco es un nombre que se les ocurrió a ellos solitos. No, no fueron tan inteligentes. Verás, repollito de esmeraldas brillantes, 'merca' se le suele decir a la plata en todos los cambios que trabajan con ella. Es como decirle 'amarillo' al oro. Y se hace porque en todos lados había villanos y en todos lados todos los cambios corrían los mismos riesgos que el cambio protagonista de este pequeño cuento.

Bueno, pasa el tiempo y el cambio nota que cuando le dicen ‘Merca’ a la plata, los villanos no vienen a robarles. ¿Por qué? Porque a los que transportan merca de verdad se les llama narcotraficantes y los narcotraficantes son súper villanos tan pero tan pero tan malos que ni los Pogüer Reinshers pueden con ellos. Sí, Bob Esponja tampoco. No, ni la Mole podría con ellos. No, él tampoco. Tampoco ella. Nene, ¿me dejás seguir con el cuento? Bueno. No, aguántate, después del cuento podés hacer pis.

En fin, los narcotraficantes eran tan pero tan malos que hasta los villanos le tenían miedo. Y, por un tiempo, el cambio pudo hacer todas sus transacciones con plata sin ningún problema.

Hasta que un día, la ministra Daisy Tourné decidió que no iba a apresar más a los villanos y que iba a buscar a malos en otros lados. La ministra se enteró de que había irregularidades en algunos cambios y entonces mandó a su equipo de inteligencia a pinchar los teléfonos de toooodos los cambios del pueblo. Pinchar un teléfono quiere decir que la policía se pone a escuchar toooodas las conversaciones que vos tenés por teléfono pero sin que vos te des cuenta.

Y así, se enteraron de que este cambio transportaba 'merca'. Sí, corazoncito de melón, tenés razón, lo lógico es que si la inteligencia fuese tan inteligente, que ellos mismos investigaran antes de actuar y descubrieran que se le dice merca a la plata en el ambiente de cambios. Y, si aún tienen dudas, que averigüen, investiguen e interroguen de manera sensibilizada y coherente.

Pero, mi amor, la inteligencia de este pueblo no era tan inteligente como vos. Los policías que integraban este escuadrón súper selecto habían crecido mirando programas de televisión como Maiami Vais y Estarski y Jach y pensaban que tenían una pista tremenda. Entonces, se subieron a sus autitos Corsa y armaron tooooodo un operativo para detener a uno de los camiones con merca.

A esta altura la ministra estaba pasando mal. El pueblo estaba enojado con ella porque ella no detenía más a villanos y entonces los villanos le robaban al pueblo sin que nadie los detenga. Entonces decidió cagarse en el pueblo. Lo importante para ella, Federico, era que los otros países la quisieran para que, cuando ella se retirara del cargo, le ofrecieran asilo político cuando todo el pueblo quisiera lincharla. Y entonces pensó, erróneamente, que incautando a un montón de cocaína como la de los avioncitos en Salto, ella iba a quedar bárbaro. Por eso aprobó y autorizó el operativo y eso.

¿Qué es linchar? Este… pegarle mucho a una persona entre todos. Sí, como la morta. Igualito.

Todos los policías se dirigieron hacia donde sería el operativo. Y, cuando todo estaba listo, esperaron a que pasara el camión del cambio y lo detuvieron. ¡No sabés lo que fue eso! ¡Fue un disparate de sirenas, frenos de autos y megáfonos! ¡EEUU hubiese estado celoso! ¡Verde de envidia! Sí, señor. La inteligencia dio un despliegue maravilloso, era como la noche de la luces pero en la mitad del campo, una cosa impresionante que sería muy difícil de describir. Callate y aguántate o te lo describo. Me parecía.

Al mismo tiempo, otros autitos de la inteligencia estaban deteniendo a los dueños del cambio protagonista de esta historia. Y, los autitos del despliegue detuvieron al camionero y a los hombres con metralletas y se los llevaron para la comisaría.

Luego de felicitarse todos entre ellos por un trabajo bien hecho, abrieron una sidra y brindaron entre todos. Un suboficial sacó un cordero del baúl del Corsa y otro armó una parrilla al mejor estilo Maguiver. Y ahí permanecieron por 4 horas, tomando y comiendo y disfrutando de lo lindo. Era una situación hermosa.

Hasta que a uno se le ocurrió abrir la puertita de atrás del camioncito y robarse una bolsita de merca para las fiestas. Imaginate su sorpresa cuando lo único que encontró fueron pelotitas de plata, una al lado de la otra, millones de ellas, un sinfín de plata metalera preciosa pero nada de cocaína.

Pero, Federiquito, la inteligencia no se dio por vencida. Ellos estaban convencidos de que habían apresado a narcotraficantes. Además, no podían llamar a Daisy y decirle que todo el dinero que había gastado en el operativo había sido al santo pedo. Al santo pepino, perdón.

Entonces, siguieron haciendo macanas. Llevaron al camión a una fundidora y se dispusieron a fundir cada una de las pelotitas de plata para ver si tenían merca adentro. Evidentemente, lo único que obtuvieron fue un montón de plata fundida pero nada de merca.

Dicen las malas lenguas que muchos de estos policías tomaron un poco de esta plata y la convirtieron en cubiertos. Hay quienes afirman que a veces los encuentran deambulando por la feria de Pajas Blancas intentando vender tenedores, cucharas, cuchillos de manteca y teteras antiguas con imperfecciones de fábrica. Hay quienes juran que los regalos a las hijas quinceañeras de los policías subió en un 15% ese mes. Pero eso no es importante.

Lo importante, corazón de melón con azúcar, patito de hule encantado, morcilla de ternero con chimichurri, es que antes de actuar, siempre tenés que investigar. De que no podés confiar en la justicia de este pueblo miserable en que vivimos, un lugar donde no te puede ir muy bien porque sino la policía es más peligrosa que los villanos. De que si vas a drogarte hables con el abuelo antes, de que él te da un porrito, y que si vas a votar, elegí bien a quien votes y a quien van a poner como ministros.

Ah, y que si volvés a venir con 5 bajas, te vas a comer otro cuentito de estos. Tengo millones, te lo advierto, y no tengo miedo de contarlos. Mejor contártelos a vos que mandarlos a Ecos de El País.

Ahora andá a mear, desgraciado retardado.

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¡Feliz Navidad! Sé que no posteo nada hace más de un mes así que por eso les regalo un cuentito de 4 carillas. Bueno, tres y una línea. No juzguen.

Ah, y cualquier similitud con la realidad es totalmente a propósito. La próxima vez que no tenga qué decir les cuento otro de estos anécdotas lindos de la justicia uruguaya. También queda pendiente un ranteo enorme sobre las cebras y los peatones. Pero los aburro con eso en otra ocasión.

Ahora a engordar y a celebrar y a gastarse el aguinaldo en regalitos para la familia. ¡Pasarlo lindo!
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