Tanto tanto

lunes, junio 30, 2008

Mi breve periodo de desempleo (digo breve por una cuestiones de autoestima y porque me dejó disfrutar de un verano increíble) me dejó con un hábito algo masoquista: leer El Gallito todos los domingos. Digo masoquista porque laburo tengo y, en segundo lugar, porque no es que esté buscando algo nuevo. Más bien sería una cuestión de ver qué me perdí, como si el domingo que viene, ahí, en la página 9 de Trabajo – Enseñanza fuese a aparecer el siguiente aviso:


Tengo la suerte de decir que mi trabajo actual me ofrece algunos de esos beneficios ahí descriptos, o por lo menos intenta hacerlo (que no es poca cosa). Pero ta, una siempre tiene esas cosas con las que soñó de chiquita. Y es que yo de chiquita no soñaba con conocer a un chico morocho de ojos verdes que midiera un metro ochenta y 'le importara lo de adentro'. Y tampoco le pedía un pony a Papá Noel o la nueva Barbie a los Reyes Magos (fuera del hecho que siempre preferí los autitos a las muñecas).

No, señores, en toda listita a Papá Noél, Reyes Magos y afines, siempre pedía un auto y una casa. Digamos que fui bastante precoz en aprender que quienes regalaban en dichas fechas eran los padres. (Mentira, fui una idiota esperanzada por muchísimo tiempo.) Y soñaba con tener un laburo que me gustase tanto tanto y que me pagara tanto tanto como el que tiene mi papá.

En fin, el hecho es que siempre miro El Gallito con los ojos abiertos a nuevas oportunidades laborales que me hagan mandar todo a la mierda y jugármela por un laburo increíble, de aquellos que solamente osamos describir en nuestros sueños. No sé por qué. Leo El Gallito desde los 15 y nunca, pero nunca, encontré un aviso así. El que busca encuentra las pelotas.

Es más, año tras año me sorprendo ante lo absurdamente aburridos que son los trabajos disponibles. A mí nadie me va a convencer de que hay gente que salta de alegría cuando ve un aviso pidiendo 'Jefes de Mantenimiento'. O que hay quienes piensen "¡Oh sí! ¡Al fin! ¡Siempre supe que sería perfecto para un puesto de Vendedor de Publicidad!"

¿Y qué es eso de la remuneración acorde? Todavía me acuerdo de a
quel laburo en que me ofrecían remuneración acorde (mil pesos nominales las seis horas de 'pasantía'). Todavía me acuerdo de que, re contenta, lo tomé.

Otros te piden 'expectativas salariales'. Y si me pongo a pensar, aún no sé cuánto es un buen sueldo. Tengo 24 años, un CV lindo y gordito y no tengo ni la más pálida idea. Muchos me dicen que lo que gano ahora está bien. Muchos más me dicen que es una miseria "para lo que valgo". Yo qué sé. Para vivir con mis viejos, me da y me sobra. Ahora, el día en que me quiera ir a vivir sola… cagué. Pero más allá de todas cuestiones personales, ¿cómo puede uno calcular cuánto vale y cuánto valdrá su trabajo antes de siquiera saber bien de qué se trata?


Y después, si llegan, las entrevistas de trabajo son bastante intimidantes. Primero están aquellas donde te das cuenta A LA LEGUA de que te están estafando (si la minita que creyó en Papá Noél hasta los 7 años se da cuenta, es que tenés un serio problema). Y después otras aún más odiosas: aquellas entrevistas donde todo está pautado para que uno se ponga de rodillas y ruegue. Sí, aquellas entrevistas donde a uno lo hacen esperar por más que no haya necesidad, donde te mandan a la oficina de fulanito de tal que queda subiendo la escalera, doblando a la derecha, doblando a la izquierda y en la quinta puerta de mano derecha al lado del cartel que dice BIG BROTHER IS WATCHING YOU.

Pero se olvidan de mencionar que tenés que pasar por una puerta. Uno llega a la puerta y, tímidamente, mira para adentro. Adentr
o, cuarenta ovejas laburando. Una de ellas se apiada de ti y te señala con el dedo, claramente vocalizando las palabras "Es por allá." Y vos, antes de siquiera entrar a la entrevista, ya te sentís como un incompetente.

Pero ¡espera! ¡Hay más!

Adentro hay DOS personas, a falta de una. Te sonríen como si todo estuviera bien y con cada respuesta que das, se miran entre ellos. Y, de a poquito
, le siguen las preguntas que no tienen respuesta "¿Cuál considerás que es tu mayor defecto?" "¿En dónde te ves en cinco años?" "¿Y en diez?". Prefiero que me pregunten "¿Estoy gorda?". En serio.

Lo peor, lo vastamente y netamente peor, es cuando te hacen hacer dibujitos. Es ridículo. Está todo bien con la psicología, pero yo, hoy, les voy a enseñar a todos ustedes psicólogos laborales una gran lección. ¿Preparados? La gente dibuja personas palito porque NO TIENE TIEMPO COMO PARA PERDERLO EN DIBUJITOS. Si querían a alguien que supiese dibujar, me hubiesen avisado y no me postulaba, che. Con razón que el de xkcd vive de un webcomic.

Decile NO a la discriminación en contra de las personas palito

Fuera de toda broma, me da pena que de acá a que me muera, los únicos trabajos a los cuales podré acceder es a estos y de ésta manera. Que la mayoría cuente con avisos pedorros, burdas mentiras, sueldos de miseria y trampitas escondidas. Cierto, mi laburo no es tan así y por un lado me siento un poco afortunada. Pero por el otro, es realmente deprimente que si mañana no estoy conforme, esto sea lo que haya.

Que sí, puedan haber trabajos que me gusten tanto tanto como para compararlos con cuánto mi viejo disfruta del de él. Pero que, demostrado por su total ausencia en el Gallito, nunca en mi vida me vayan a siquiera pagar tanto tanto por algo que me guste, sin importar cuánto esfuerzo le dedique. Como si ambos fueran completamente excluyentes.

Promesa

martes, junio 10, 2008

El otro día me di cuenta de una cosa. Estaba laburando, como todos los días, y en un instante de realización bizarra, levanté la vista y abrí los ojos bien grande. Me quedé congelada en esa pose por algo así como 3.5 segundos. Frenéticamente moví el puntero del mouse hacia la esquina inferior derecha de mi pantalla. Un click bastó para confirmarlo. Sólo uno, porque tengo Vista.

Y ahí, tal cual informe de relleno en Crónica TV, me di cuenta: faltan seis meses para el verano. Te querés morir. Sólo seis meses. SEIS. Oh Margot.

Ustedes pensarán que eso no es una noticia. Dirán "y bueno, sí, que lindo, faltan seis meses para que empiece el calorcito". Alguno que otro pensará que me estoy precipitando, que recién se vino el frio, que ni siquiera empezó el invierno y yo ya estoy ladilleando. Lamento informarles que ustedes no saben nada.

Algunos de ustedes se darán cuenta del punto de este post. Y esos algunos van a estar en lo cierto. Me chupa un huevo el calor, el frio, el viento, la lluvia y el 21 de junio. Un huevo. Que falten seis meses para el verano significa, en mi pequeñísimo mundo, que faltan exactamente seis meses para que yo, nuevamente, tenga que entrar en un bikini.

Luego de esta realización por demás traumática (y luego de empujar el Danette de chocolate que hasta el momento me encontraba plácidamente disfrutando – están buenísimos, y eso que odio las cremas), decidí ponerme en campaña. Y hoy, luego de 10 años de delicioso sedentarismo, fui a una clase de gimnasia.

Llegué cinco minutos tarde ya que debido a mi nerviosismo, me equivoqué de calle. Sí, me puse nerviosa. No me juzguen, era mi debut gimnástico y estaba aterrorizada. ¿Por qué? Porque las cuarentonas con terribles lomos son mi peor pesadilla y esta cruel especie suele pulular en los gimnasios, tomando Coca Light y usando calzas (ya que estamos, ¿por qué tenemos que usar calzas? Si pudiésemos usar calzas con total comodidad no estaríamos yendo a gimnasia, ¿no?).

En fin, ingresé al establecimiento y me dirigí a una especie de sótano con luces tenues y música marchosa. El instructor se presentó y nos entregó un palo a cada una. En seguida nos pusimos a saltar con los palos, y uno y dos y dos y tres y arriba y brazos estirados y no dobles el codo y uno y dos.

Y ahí me acordé de una de las razones por las cuales había abandonado la gimnasia. Dios me ha dado muchísimas cosas, muchos talentos y muchísimos dotes. Sin embargo, mientras preparaba la mezcla, se le perdió el polvito que otorga el sentido de la coordinación.

24 años más tarde, ahí estaba yo, reflejada en dos espejos enormes, perdiendo el ritmo. El instructor me decía "así no, probá así". Y yo probaba así y me caía. "¡Muy bien Macarena!" decía él y yo le trataba de copiar a Macarena y por un nanosegundo lo lograba. "No, los codos, ¡los codos!" gritaba John (su nombre) y yo estiraba los brazos, "No, las piernas, ¡doblá la rodilla!" y yo doblaba los brazos y "¡Bien Macarena!" y yo quería agarrar el palo y hacer que Macarena se tropezara.

Se supone que ir a gimnasia con una amiga es divertido. Hoy descubrí que no lo es. Divertido sería si entre serie y serie hubiese tiempo para tomarnos un vaso de agua y comentar sobre los shorcitos del instructor, o si entre abdominal y abdominal nos comiéramos una Big Mac y habláramos de música. Pero no es así. Entre serie y serie apenas tenés tiempo de respirar y entre abdominal y abdominal estás pensando en el Danette que te vas a comer después para sentirte mejor sobre ser tan patéticamente débil gimnásticamente.

El hecho es que luego de 15 míseros minutos, mi cuerpo dijo basta. John me preguntó si estaba bien y, a pesar de mi respuesta afirmativa, no me creyó. Me ofreció un vaso de agua y comentó sobre mi palidez (pará loco, una cosa a la vez: primero ataco la gordura y después la blancura). Me preguntó si hace mucho que no hacía gimnasia y si fumo (sí y sí). Y con su tercera pregunta, me acordé de la otra razón por la cual evité los gimnasios por 10 años.

"¿Tenés la presión baja?". Uya. "Bueno, vení que vas a hacer otra cosa a lo que están haciendo las demás".

Así fue cómo me convertí en la pelotuda que hace ejercicios chiquitos y fáciles (pero igual siente que con cada movimiento se aproxima más a la muerte) mientras las otras seguían la clase normalmente. Y fue en ese momento que pensé, "Me voy".

Pero no me fui. Me quedé, carajo. Y sí, habré hecho 20 abdominales menos que las demás y sí, habré dejado de hacer los ejercicios para afirmar la cola cuando John no miraba y sí, hay una pierna que no la ejercité pero ¿saben qué? Me quedé. ¿Y saben qué más? Me compré un pase libre. Por un mes, bitches. Eso quiere decir que no solamente me quedé, sino que voy a volver (obviamente que mañana ni en pedo, por lo menos denme tiempo para mentalizarme un poquito).

Este verano no voy a esconderme atrás de nada. Este verano me voy a poner la bikiniela y voy a salir a la playa y voy a andar por ahí con cero vergüenza. Es más, voy a CORRER por la playa. Sí, tal como lo leyeron, correr. Como Pamela Anderson. Pero con menos tetas. Y morocha. Y con bikini, no con malla roja. Y sin flotador. Ta, bueno, ustedes me entienden.

Es más, ¿saben qué? El miércoles empiezo la dieta (todavía hay un Danette en la heladera).

Aclaración: perdón Maca, soy un poquito competitiva. Un poquito nomás. Pero te prometo que fuera de eso soy divina. A veces.
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