El origen de mis noctambulismos

jueves, julio 23, 2009

Si bien suelo ser una persona reservada, estaría en lo correcto si digo que cada vez que ustedes leen un post en Catatonias, se enteran un poquito más sobre mí. De hecho, uno de los links donde la gente más hace click es aquel que lleva a mi pequeña biografía no-autorizada.



Supongo que la gente siempre se interesa por el blogger detrás del blog, no conformándose con la parte de la personalidad que éste implanta en cada post y hurgando, de a poquito, sobre la vida real. Y ya que
estamos, dejense de joder con el link a mi biografía y vótenme en el concurso ese de blogs que aparece a la derecha. Gracias.

Algunos, sin contentarse con la página de fans, incluso tienen el tupé de pretender que yo los agregue en facebook. Que quede claro, queridísimos lectores: los adoro, pero no son mis amigos. Mentira, tampoco los adoro. Adoro sus comentarios porque inflan mi ego a dimensiones desconocidas y me hacen sentir bien sobre mí misma. Además, que comenten me sube el auto-estima y todo el mundo sabe qué pasa cuando a una mujer le subís el auto-estima: come menos. Y adelgaza. Pensándolo bien, los adoro a todos.

Pero volviendo a lo que iba a decir, hay mucho que ya saben de mí. Saben que hago marketing, que soy muy buena en lo que hago, que tengo un laburo que está bastante bueno y que tengo un lado ninja-nerdo que se da de frente con mis huequismos carrasqueños, convirtiéndome en 5% más normal por cada hora que paso en Wikipedia. O algo así.

Pero hay cosas que no saben de mí. Y, tal como me lo comentó mi amigo Pablo el otro día, hay un algo tan esencial a mi persona que sería un crimen no compartirlo con ustedes. Es algo que si bien me ha dado sus problemas y sus frutos en diversas ocasiones, Uds, pseudo-amigos, podrían sacar tan buen provecho de mis experiencias que no tengo más remedio que postear sobre eso y ofrecer aún otra de mis mini-guías de supervivencia que tanto furor han causado en Guayana Francesa. Ta, eso último es mentira, pero me gusta imaginarme que lo que digo hace furor en algún lado.


Este talento mío nació cuando tenía tan sólo 4 inocentes añitos y vivía en Paraguay. Sí, viví en Paraguay. No, no hablo en paraguayo. Sí, en la escuela me tomaron el pelo por 'guisa' e hice todo lo que pude para cambiar el tonito. No, no nací en Paraguay. Sí, la araña del aviso de Movistar que habla en paraguayo es lo máximo:



Como decía, tenía tan sólo 4 años y mis padres hicieron una cena en casa. Puede que haya sido una cena o una fiesta o algo similar, pero realmente no lo recuerdo. De hecho, puede que me esté acordando de todo mal ya que siempre pensé que la casa donde vivíamos en Paraguay era enooooorme y cuando volví – el año pasado – me encontré con una pequeña casa pintada con rayas verdes hecha ferretería. Vayan sacando las pinzas.

(La única otra cosa que recuerdo de esa época es mirar fijamente a una cortina con dibujitos de bebés con mamelucos azules y lunas y pensar 'Me voy a concentrar bien fijo en esta cortina así después me la acuerdo y no soy de esas personas que cuando son grandes dicen que no se acuerdan de nada de su infancia.' Ustedes pensarán '¡Qué niña inteligente!' pero inteligente hubiese sido acordarse de algo que valga la pena.)


En fin, La fiesta o cena era para 'grandes'. Pero yo quería estar. Mis padres siempre tuvieron problemas para que yo me acueste a una hora normal y este caso no iba a ser excepción. Yo me quería quedar. Entonces, mi madre, sabia mujer, me dijo: "Bueno, te podés quedar, pero NO te podés dormir hasta que termine. Si vas a ir a una cena/fiesta de grandes, comportate como tal y los grandes no se duermen hasta que la fiesta termine."

"¡Ja!" pensé yo. "¡Ja!" pensé de nuevo. "Yo soy súper re archi mega ultra grande porque ya casi tengo una mano entera de años así que no va a ser problema."

Y así comencé con mi misión de quedarme despierta para demostrar mi intrínseca madurez. Fue mucho más tarde en la vida que me di cuenta que los nenitos maduros son insoportables, pero en ese entonces mi misión era ser grande. Por un día, me estaban dando la misma posibilidad que a un grande. Sí, sin duda, yo la gastaba. Mucho.

Claro que mi confianza se fue al diablo en aquel odioso instante en que terminé de comer y, con la panza llena, me senté sobre un sillón.
Sentí cómo el sueño lentamente se adueñaba de mis ojos y cómo los párpados se me cerraban de a poquito. Encima estaba de mal humor y cuando estoy de mal humor, me viene sueño. Es instantáneo. Mal humor, en mi cabeza, equivale a siesta. No me pregunten por qué.

(Estaba de mal humor porque un cliente de papá había pensado que mi papá sólo tenía un hijo y que este hijo era nena y entonces mi hermano había recibido un pequeño pony azul re lindo y yo nada y encima era un regalo de nena y mi hermano se rehusaba a razonar de que si el regalo era de nena me lo tenía que dar a mí y que no valía porque si él no me dejaba jugar a los autitos ahora no me iba a dejar jugar con el pequeño pony que sin duda, ética y pragmáticamente, me pertenecía a mí no a él, idiota, no me mires así, el que sigue con el chupete sos vos, andá a cambiarte el pañal, tarado.)

(En realidad no sé si eso pasó esa noche pero igual aproveché para deslindarme del trauma.)

Si esto hubiese sucedido 10 años más tarde, este hubiera sido el pony en cuestión.

Entonces, hice lo único que podía hacer: me paré y empecé a caminar, pensando que así se me iría el sueño. Recuerdo lúcidamente cómo los párpados se me cerraban mientras caminaba obstinadamente y cómo, en algún momento digno de llamarse milagro, mi madre me hizo upa y me llevó al cuarto y me dijo que me durmiera.

Parece ser un cuento con final feliz pero… ¿tienen idea de la vergüenza que sentí al despertarme al día siguiente y darme cuenta que había fallado en mi misión? ¿Se dan cuenta de lo increíblemente frustrante que es desaprovechar una oportunidad para ser grande para una nenita con casi una mano entera de años?


Esperé calladita todo el día a que alguien hiciera alusión a la oh-gran-decepción que había sido la noche anterior, pero nunca nadie me dijo nada. Eso hizo que eventualmente me olvidara del asunto pero ayer, intentando recordar por qué será que siempre me divirtió laburar, estudiar y vivir más de noche que de día, me acordé de eso.


Y ta, ese es el secreto: soy experta en técnicas de quedarse despierta toda la noche sin dormir y en estrategias de encontrar motivación y entusiasmo donde solamente podría haber sueño, sueño y más sueño. Es más, soy tan experta y talentosa en la materia que iba a usar este post para dejarles una pequeña guía a Uds para compartir mis experiencias y descubrimientos con las únicas personas a las cuales les puede servir.


Pero, eso queda para el próximo post. Tengo un pequeño pony que encontrar.
Proudly designed by | mlekoshiPlayground |