
Yo a Daisy le tenía fe. Sí, le tenía fe. Yo la veía a Daisy, a una mujer grande, lesbiana, media fea si la mirás con un ojo cerrado, que se divertía en Fun Fun, que tenía sitio web y hablaba en un idioma Mujiquense de menor calibre, como una brisa de aire fresco en la política. Como alguien que tenía el potencial de quizás, tal vez, capaz, en una de esas, cambiar algo.
Esto fue en el 2007. Desde entonces, muchas cosas han pasado, demasiadas como para seguirle teniendo fe. Por más que viva dentro de un tupper, por más que la vida misma me encuentre desconectada de toda noticia o evento que supuestamente me tiene que interesar porque un equipo de producción de un noticiero o diario me lo dice, yo sé que no le fue bien. Que hizo las cosas mal. Que muchas otras personas, como yo, se desilusionaron.
Dicen que Daisy renunció porque se fue de boca en un encuentro con los jóvenes del Partido Socialista. Dicen que ofendió a medio pueblo – a su partido mismo y a la oposición – por decir cosas que no tendría que haber dicho. Que el propio gobierno le pidió la renuncia.
Si repasamos sólo por un segundo las cosas que Daisy dijo en ese encuentro, no encuentro una sola donde haya sido tan ofensiva. Dijo burro. Ohnoes. Dijo concucha, parafraseando a alguien se su mismo partido. Oh Margot. Dijo cagando. Dios mío. Y dijo hijo de puta. ¡Ay no!
Déjenme de romper las pelotas. ¿Qué dijo Daisy? Daisy dijo que la oposición la ve cómo una 'desequilibrada', 'lesbiana', que tiene 18 amantes y que vive en Facebook y en pedo en Fun Fun. ¿Esto es mentira?
No. De la misma forma en que la izquierda ve a la derecha como un puñado de trogloditas neandertales con camisa a cuadros y chaleco Legacy que hacen fruto de su fallutería sonriéndole a las cámaras mientras les pegan a sus mujeres, echan a sus hijos homosexuales de la casa y dictan su vida según los demás y demenos de Galería, la derecha ve a la izquierda como planchas mugrientos con olor a mandarina que pasan de orgía en orgía mientras compran remeras de Liber Seregni al por mayor y justifican su pereza con los obstáculos sociales, su falta de hábito de trabajo y su afición por el porro.
Daisy dijo que el parlamento da vergüenza, que da vergüenza ver a una legisladora diciendo 'vení, vení, vení' (en alusión a la diputada Sandra Etcheverry) y da vergüenza también oír a otra legisladora del Frente gritando ‘conchuda’ a los cuatro vientos. ¿Esto es mentira?
No. Da vergüenza, sí. De hecho, hace un par de días, hablábamos de esto en una reunión con amigos donde nos terminamos peleando todos por temas políticos. El tema del parlamento salió a luz y justo se dio que tres de nosotros habíamos estado en un par de sesiones de la cámara de Senadores para ver qué carajo hacían mientras el pueblo esperaba por una ley. Fue deprimente, deplorable, vergonzoso e increíblemente aburrido. Nadie le daba pelota a nadie. Es más, cuando se pelean eso quiere decir que al menos ALGUIEN estaba escuchando. Y el que nadie haga nada y el que el país no tome esto como un problema nos hace a todos, a todos nosotros que les pagamos el sueldo, una manga de conchudos.
Daisy dijo que los carteles de 'Tolerancia Cero' de la campaña de Hierro eran un slogan. Que cuando alguien le preguntó a Hierro qué quería decir, él mismo lo admitió: era un slogan. Y que, por esta razón, Hierro era un burro. ¿Esto es mentira?
Sí y no. Hierro es burro en afirmar que sólo se trataba de un slogan y no ofrecer medidas o estrategias o lo que sea de seguridad potenciales en caso de su victoria a cambio del slogan y sólo mencionar el problema sin dar soluciones. Pero no estoy segura si 'burro' equivale a 'demostrar que uno es un político de medio pelo'.
Daisy, supuestamente, ofendió a un pueblo. Según Lacalle, 'dio vergüenza'. Según Mujica, habló ‘de más’. Según Hierro, la ministra está 'fuera de control, dice palabrotas, comete groserías y ataca a los líderes de la oposición'. Según Mieres, sus declaraciones demuestran 'que está totalmente fuera de capacidad para el ejercicio de un cargo tan importante.'
Según Larrañaga, ofendió 'a todos los uruguayos' (aunque viniendo de un candidato que logró 'ofenderse' con los resultados de una encuesta que no lo suponía ganador en las internas, esto no me sorprende). Y Larrañaga también dijo, luego de una sarta de boludeces que ocupan más de dos párrafos, que los propios dichos de la ministra 'eximen de mayores comentarios.' Yo digo lo mismo, entonces.
Y según Nin Novoa, el mismo presidente fue el que le pidió a la ministra su renuncia, alegando que este incidente fue la razón de la misma.

Daisy dijo, y citando textualmente, que "El sueño dorado del uruguayo no es tener la casa propia, es tener el policía propio. El mismo que reclama más policías dice que todos los policías son corruptos, hijos de puta y ladrones, el mismo, pero quiere su policía. Tenemos una esquizofrenia con este tema". ¿Esto es mentira?
No. Pero tampoco es nuestra culpa. Es culpa de Daisy. No hay que ser muy vivo para darse cuenta que la inseguridad sigue vivita, coleando y en aumento. Lo que en algún momento se dudó si efectivamente era sensación térmica o no, ya no debería ser cuestionado. De hecho, los datos lo confirman. Datos que fueron recolectados muchísimo tiempo atrás y que el gobierno recién dio a conocer.
Y esta es la razón por la cual Daisy tendría que haber renunciado. No una sarta de boludeces seguidas de declaraciones pedorras de todos los candidatos y afines.
El hecho es que Daisy dijo muchísimas cosas mientras un grupete de jóvenes socialistas y todo el mundo presente se reía a carcajadas, cosas donde no le pifió tanto, y luego se fue. No importa si se fue por motus propia o porque Tabaré se lo pidió. Lo que importa es que se fue por hablar de más, por expresar su frustración y por decir cosas que no sé si son tan erradas. Lo que importa es que se tendría que haber ido porque no pudo con su trabajo.
Yo la única moraleja que encuentro es la siguiente: siempre es más fácil encontrar un chivo expiatorio que admitir – a uno mismo y a un país entero – que se las cosas se hicieron muy, muy mal.
[Uds. querían un post sobre Daisy. Bueno, ahí está. No creo que sea lo que esperaban pero es lo que es. Y, como agregado, digo: a ver si la opinión pública se deja de debatir sobre pelotudeces y se pone a pensar en cómo solucionar el problema de la inseguridad, en cómo bajar la tasa del desempleo que subió, en cómo bajar el costo de vida y en cómo milagrosamente crear a un candidato que valga la pena en tan sólo 20 días.]